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Contexto

La Organización Mundial de la Salud en 2005 informó que la incidencia del cáncer en menores de 15 años era de 7,800 casos nuevos al año (Moral de la Rubia et al. 2009). Sin embargo, la Secretaría de Salud de México, a través del Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica informó en el Perfil Epidemiológico del Cáncer en Niños y Adolescentes de 2011 que tan sólo en México anualmente 7,000 niños son diagnosticados.

 

Actualmente, el cáncer es la principal causa de muerte por enfermedad en menores de edad mexicanos, cobrando más de 2,000 vidas anuales (Centro Nacional para la Salud de la Infancia y la Adolescencia 2014). Lo que nos hace observar que cada cuatro horas muere un niño en México por cáncer.

 

El 26 de Agosto de 2015 durante el Coloquio de Medicina Personalizada: Una necesidad real. Una solución posible para los niños y jóvenes con cáncer; el Dr. Jaime ShalkowKlincovstein, Director de Prevención y Tratamiento del Cáncer en la Infancia y la Adolescencia del CENSIA, manifestó en su preocupación por los escasos recursos humanos especializados (164 oncólogos pediatras) en nuestro país para diagnosticar oportunamente a los niños y jóvenes que anualmente adquieren la enfermedad. Adicionalmente, debemos tomar en cuenta que en México la supervivencia global a cuatro años para todos los tipos de cáncer en menores de edad es del 65%; muy por debajo del 80% de los países desarrollados“ (Centro Nacional para la Salud de la Infancia y la Adolescencia 2014).

 

Las condiciones previamente mencionadas y los mitos preexistentes en la sociedad respecto a la enfermedad y sus efectos, llevan a las familias a asociar el diagnóstico con una muerte inminente. Tomando en cuenta que los tratamientos oscilan entre los seis y 36 meses, la enfermedad propicia una situación de crisis que introduce cambios radicales y repentinos en la familia que lo afronta enfocada en la emoción (Moral de la Rubia et al. 2009).

 

El profundo rezago socio – económico que sufre la mayor parte de nuestra población y que provoca que dos terceras partes de los niños con leucemia no tengan un diagnóstico oportuno (Secretaría de Salud 2011) genera que el nivel de estrés en los padres de familia incremente principalmente por su necesidad de paliar los efectos del desempleo y la exclusión social.

 

A partir de que el paciente es diagnosticado, los niños y sus padres se adaptan a la enfermedad y al tratamiento centrando sus acciones en el análisis de las amenazas provocadas por el cáncer (De la Huerta et al 2006). Evidentemente, la familia es un factor de protección indispensable donde el rol de la madre es necesario para favorecer el desarrollo de empatía y seguridad en el niño. (González- Arratia 2011)

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